Texto: Lorenzo Álvarez
Imágenes: collage del autor sobre grabados de Piranesi
Caverna moderna
El lobby es el lugar del encuentro y la espera, del tránsito y la paciencia, el mediador entre la calle y el espacio privado temporal del cuarto.
Siegfried Kracauer (1889-1966), teórico cultural alemán, escribió sobre el lobby de hotel, de aquel hotel de principios de siglo que resumía todo lo que de cosmopolita podía tener una ciudad, todo lo que de internacional podía ser un espacio y todo lo que el capitalismo primitivo le hacía pensar.
Usó por primera vez un espacio asociado claramente a la vida moderna para hacer referencia a la dinámica social.
Para él, la modernidad estaba caracterizada por una suerte de desposesión de hogar inherente al lobby, una especie de caverna platónica donde se proyectaba amplificado todo aquello que de extraordinario podía decirse de la humanidad. Su preocupación central radicaba en el empobrecimiento de la existencia contemporánea, y su visión del lobby era más bien la del espacio de una sociedad cada vez más ensimismada, la de un espacio arquitectónico y normado donde reina el silencio y los huéspedes se esconden tras su periódicos para evitar el cruce de las miradas, pero participan voluntariamente con su presencia en la construcción de la imagen; funcionan como ornamento.
Para Kracauer, un estudioso precoz de los fenómenos de la vida diaria, el espacio arquitectónico es el medio a través del cual entender a la sociedad. “Las imágenes espaciales son los sueños de la sociedad. Dondequiera que los jeroglíficos de una imagen espacial son descifrados, ahí se presenta la base de la realidad social en sí misma.”
Cárceles de invención
Giambattista Piranesi, arquitecto que nunca construyó en piedra, fue el creador de imágenes para el consumo del viajero fundacional del siglo xix, aquel que necesitaba llevar, a su vuelta del Grand Tour, registro de aquellas ruinas referenciales que había visitado. Piranesi grabó e imprimió infinidad de copias de “vistas de Roma”, postales urbanas de un paraíso neoclásico al que aspiraba la sociedad colonialista. Pero Piranesi tenía aspiraciones más constructivas: las Cárceles de invención fueron sus concreciones mentales. La historia de estas series de grabados es singular. La primera versión fue criticada en su momento por no ser lo suficientemente “oscura”, por ser más una fantasía arquitectónica que una pesadilla del encierro. Así, Piranesi aplicaría, con el punzón sobre las mismas placas, más trabajo en forma de púas, grilletes y figuras de tortura.
La cárcel de Piranesi es el espacio mental del límite, la pesadilla de la pérdida de la libertad hecha piedra construida.
Ilustraciones
Es esta construcción de las imágenes arquitectónicas como referentes jeroglíficos de la sociedad la que interesa en este ejercicio. Su capacidad para entender una operación social. Las imágenes que acompañan este texto son experimentos de esta naturaleza. Parten de la base gráfica de las cárceles de Piranesi para construir situaciones sociales y por lo tanto generar en un sentido inverso estas imágenes arquitectónicas en el sentido de Karacauer. No parten de una base neutral, sino todo lo contrario: surgen de un espacio referencial establecido, la cárcel. El espacio oscuro del final de la vida en sociedad se va recomponiendo para demostrar la posibilidad de la arquitectura para ser el escenario transcendente del hombre.
En todos los casos, la operación de su construcción comienza con una limpieza purificadora, borrar literalmente de la imagen todo aquello que de agresivo, carcelario y espinoso pudiera existir, para volver a una etapa en la que la arquitectura domina. Tras esto y con el uso de la imagen digital como herramienta, reaparecen elementos asociados a la convivencia, a la vida urbana o al encuentro entre los hombres. La mesa, la fogata, la bandera o la naturaleza atrapada en un jardín.