NOTAS CORTAS
Chris Burden (1946–2015)

texto: Dorothée Dupuis

imágenes: Archivo

Tras la muerte del artista, la autora del texto bromeó en Facebook preguntando:

“¿Le dispararón?” No obtuvo ni un like.

Cuando Chris Burden (1946-2015), recién egresado de la Universidad de California en Irvine, recibió un disparo con un rifle calibre 22 (Shoot, 1971), se encerró en un casillero por cinco días (Five Day Locker, 1971) o se crucificó atrás de un vocho (Trans-Fixed, 1974), los Estados Unidos estaban en caos social, hundiéndose en una guerra traumática en Vietnam; la comunidad afroamericana buscaba un nuevo impulso colectivo después de la Ley de Derechos Civiles de 1964, y la población femenina gozaba de la emancipación sexual, biológica y económica conquistada por las luchas feministas.

En este vorágine progresista, la figura del héroe macho gringo ha sido muy maltratada, y no es, finalmente, tan sorprendente que el establishment del mundo del arte contemporáneo de esta época, blanco y pequeñoburgués en su mayoría, se enamorara del joven “anarquista” que representaba Burden y sus performances que hoy en día nos podrían recordar a Jackass, haciendo uso de la violencia y de la provocación para afirmar su persona artística en medio de otras prácticas con formas menos telegénicas y más, digamos, “habladoras” políticamente —y es que seguía la Guerra Fría.

En la opulencia de los 80, Burden se volvió un escultor monumental. Su fascinación por lo lúdico y la tecnología, entre otros, revela a su continuación en el patriarcado mundial en esa banda de niños súper armados asolando el planeta como si jugaran Risk entre ellos. ¿Podemos cambiar al mundo regodeándonos en la disección de su fealdad? Ésta es una pregunta que ni Burden ni su generación lograron contestar.