texto e imágenes: Daphne Correll
Fibras tecnológicas, procesos artesanales, cuero y suelas de acualetas. Daphne Correll nos explica cómo llegó a estas conclusiones sobre la condición contemporánea y la epifanía que tuvo saliendo de una tienda de deportes, que concluyó en una nueva línea de zapatos.
Cruzando Broadway desde la calle Grand en agosto de 2010, después de haber pasado horas en Eastern Mountain Sports, pensé en la abundancia de objetos altamente funcionales que acababa de ver. Había cosas en colores muy atractivos y una gran variedad de texturas y superficies, correas de colores junto a pequeñas cuerdas, suelas con sistemas de aire, redes, superficies brillantes y elementos de hardware perfectamente diseñados, combinados con fibras industriales de alta tecnología.
A pesar de ese contexto contexto, me gusta cómo se puede desglosar la mayoría de los textiles en tres estructuras básicas: punto, trenzado o tejido. La mayor innovación se produce en el desarrollo de la materia y la fibra; menos en su combinación estructural. Puntadas, nudos, lazos, trama y urdido, se han mantenido iguales durante miles de años. Se ha encontrado calzado tejido en antiguos cementerios egipcios.
Estos días se pueden ver muchos objetos de alto rendimiento para toda actividad posible, zapatos para caminar cuesta arriba, zapatos para correr, para el verano, para el invierno, para practicar montañismo o descender a valles. Me encantaría un zapato de alto rendimiento para cada situación y sentimiento en mi vida, por supuesto. ¿Honestamente, a quien no? Confusión, enfoque, para perderse y encontrarse, para estar feliz o triste, para cruzar la calle o escalar una montaña.
Hasta ahora uso los mismos zapatos todo el tiempo. No alterno mucho dependiendo de mi estado de animo; lo hago dependiendo del clima y la ocasión.
Estando en esa tienda sentí la esperanza del triunfo irradiando de sus estantes, la dedicación y la fuerza, la saludable necesidad de estar en la intemperie haciendo alguna actividad. Obviamente me lleve algunas cosas de ahí. Un placer culpable, quisiera pensar. Culpable, porque en el fondo no sé lo que hay detrás de la fabricación de estos objetos, ni estoy familiarizada con su huella de carbono, su verdadera necesidad o calidad, cosas por las que me preocupo profundamente.
Cruzando la calle ese día en agosto de 2010, fui encontrando masas de gente maniobrando por la ciudad de Nueva York. Un lugar difícil, sobre todo en el centro, a medio día y a la mitad del de verano. Esta gente estaba vestida con ropa deportiva, ropa práctica pensada para condiciones extremas. Durante un momento fugaz, me sentí conectada con ellos –llevaban texturas brillantes, cadenas de colores y zapatos acolchados. Y yo también.
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