texto: Renato Ornelas
imágenes: Archivo
De modo honesto, el cuerpo de Juan nos revela algunos aspectos del opiáceo favorito
de los deportistas y su adictivo uso para aliviar dolores físicos y más
Soy las rodillas, la espalda, los brazos y músculos adoloridos de Juan. Después de estrellar mi humanidad, contenida en 1 metro 93 centímetros y 120 kilogramos, cientos de veces contra otros jugadores de la liga profesional de futbol —no de ese que se juega con un esférico y sin usar las manos— mi mente sólo puede pensar en la recompensa para aliviar el dolor físico, que rápidamente se convirtió también en dolor mental: cuatro pastillas de 10 mg de OxyContin en un periodo de 8 horas, acompañadas de cuatro cervezas, lite, y el cronógrafo del teléfono que marca cada segundo, cada minuto que nos —¿nos?— acerca a repetir la dosis.
OxyContin, Percocet o Vicodin mezclados con tylenols como si fueran M&Ms; chocolatines de colores para un atleta golpeado, cansado, adicto. Soy la voz de Juan, not my real name, que dijo sí a un contrato millonario en la nfl ¿o fue la nba? ¿o tal vez la mlb? ¿Importa? No señor, lo que importa son los ratings, el perfomance, vender jerseys o zapatillas deportivas: be more human, new battles new armour, do it. Santos opiaceos sintéticos, quiten el dolor de este cuerpo.