NOTAS CORTAS
BUFO ALVARIUS

Apoteca

texto — Nicolás José

imágenes — Archivo

La única vez que vi a Tony bebía whiskey barato tras whiskey barato desde su butaca en la barra del Devil's Backbone Tavern, en Fischer, Texas. Era un negro tostado, largo de piernas y enjuto, pero tenía una bemba que parecía hecha para chupar cangrejo y ancas de rana. Se detuvo en Fischer porque se le había descompuesto la ranfla que habría de llevarlo a El Paso, donde esperaba cruzar a México. Bebía whiskey tras whiskey, barato.

Después de la guerra de Vietnam regresó a Louisiana, donde alguna vez fue joven. Pero no había trabajo ni prospectos. El dinero de su pensión militar apenas le alcanzaba para comprar drogas. ¡Y vaya que compró drogas! Muchas drogas. Se metió todo lo que pudo y más. Cuando ya no tenía para comprar, se iba a las ciénagas en busca de sapos para lamer. No hay que alborotar al Bufo alvarius; cuando se pone nervioso secreta un veneno que te hace sentir como siete rayas de vidrio molido con un poco de perico. Lo bueno viene antes y después del veneno: —Shieeeeet, dawg, decía Tony, you ain’t got no idea wat dat trip be like! Shieeeet! Y ofrecía el puño para que se lo chocara y reía. Reía y paraba, retomando el goce de su amargura.

Al cabo de un tiempo decidió cambiar de aire. Seguramente en la gran ciudad encontraría alguna salida o por lo menos el anonimato. Debía mucho dinero, demasiados favores, demasiado sexo con barbones extraños sobre una cobija torpemente extendida en la parte trasera de una pick-up. En la capital sería diferente.

No lo fue. Pronto cayó en las garras de un proxeneta narcomenudista que operaba desde un merendero en Plank Road, la calle más roja de la zona roja de Baton Rouge. Pero el nombre del merendero, Crazy-eyed Frog Grill, le inspiró a proponerle al chulo un plan que no sólo permitiría pagarle, sino que incrementaría su negocio considerablemente. Pronto Tony se convirtió en el cocinero en jefe del Crazy-eyed, sirviendo, como especialidad de la casa, un platillo típico de la región: ancas de rana fritas en leche de manteca con mostaza cremosa. El detalle era la mostaza preparada con veneno de sapo del desierto de Sonora. Se puede decir, sin miedo a mentir, que era un plato alucinante.

El Crazy-eyed Frog no tardó en convertirse en lasensación de la zona roja. Plank Road se gentrificó gracias a Tony. Llegaron hipsters, políticos, fresas. Subieron los precios de los inmuebles; abrieron galerías, tiendas de bici, cafeterías orgánicas. El padrote dejó el negocio de las drogas y la prostitución, y se convirtió en un restaurantero de prestigio. Incluso asoció a Tony, le ofreció a su hermana y se hicieron compadres. La mostaza de Bufo alvarius se volvió tan popular que a veces la cola del servicio para llevar alcanzaba la estación de policía que se encontraba a cinco cuadras. Por eso las autoridades finalmente los sorprendieron. Tony fue condenado a 10 años en Angola, temida prisión de Louisiana conocida como la “Alcatraz del Sur”, por tráfico de psicotrópicos. Su compañero de celda había matado a su esposa con un hacha.

Por buen comportamiento, salió en libertad bajo palabra después de seis años. Quebrantando la misma palabra que le rompieron al vejarlo, golpearlo y violarlo en Angola, ahora bebía whiskey barato tras whiskey barato en la barra del Devil's Backbone Tavern, en Fischer, Texas. Supongo que no era ni la sombra de la sombra del que alguna vez fue.

Shieeeet dawg!, decía Tony, I just licked some frogs!