Pilares de la posmodernidad
texto — David Bestué
imágenes — Archivo Hollein
En su libro The Language of Post-Modern Architecture, Charles Jencks anunció la fecha exacta de la muerte de la arquitectura moderna: “se extinguió de golpe y con una sonora explosión en St. Louis, Missouri, el 15 de julio de 1972 por la tarde, cuando a varios bloques del infame proyecto Pruitt-Igoe (1952-55) se les dio el tiro de gracia con dinamita”. El fracaso de ese proyecto urbanístico, generado por Minoru Yamasaki inspirado en los principios de planificación de Le Corbusier, sirvió a una nueva generación de arquitectos para denunciar el agotamiento del racionalismo. Para superar ese momento de impasse se vislumbraron dos alternativas: confiar la evolución de la arquitectura a los avances tecnológicos (high tech) o hacer una recapitulación de su historia, valorando la consistencia de los elementos arquitectónicos del pasado (estilo posmoderno).
Esta segunda vía fue la escogida por Paolo Portoghesi para abrir la primera Bienal de Arquitectura de Venecia, celebrada en 1980 con el nombre The Presence of the Past. La sección más recordada de ese evento fue la Strada Novissima, una instalación provisional en el interior del Arsenale, construida por el departamento de escenografía del estudio Cinecittà. Las 20 facades diseñadas por otros tantos arquitectos como Graves, Venturi, Krier, Bofill o Isozaki, configuraron una calle ilusoria de 70 metros de longitud en la que se desplegó un repertorio de formas extraídas de la historia de la arquitectura y utilizadas de un modo humorístico y hedonista. Una de las intervenciones más celebradas fue la de Hans Hollein, que proyectó una hilera de columnas entre las que había un homenaje al proyecto del Chicago Tribune de Adolf Loos, un presunto fragmento arqueológico invertido o un fuste vegetal, todo ello intercalado con la columnata original que soportaba el edificio. Su obsesión por este elemento arquitectónico venía de antiguo; de hecho, la portada del catálogo de la Bienal estaba ilustrada con un pilar construido por el arquitecto que combinaba una base clásica con un tubo de acero inoxidable, una mezcla excitante de elementos del pasado y del presente que después sería replicada en multitud de vestíbulos y discotecas.
El ataque que críticos como Bruno Zevi o Manfredo Tafuri realizaron al planteamiento de la Bienal
y la exposición de arquitectura deconstructivista realizada en el MoMA ocho años después, con obras de Eisenman, Koolhaas, Tschumi o Zaha Hadid, acabaría por dar la puntilla al movimiento posmoderno al ofrecer un nuevo repertorio formal de vigas torsionadas, voladizos y equilibrios imposibles.