texto — Paola Santoscoy
fotografías — cortesía Museo Tamayo y MASP
Es una pena que hoy día los parques infantiles en las ciudades de todo el mundo tiendan a ser espacios genéricos. Todos –o casi todos– utilizan los mismos materiales, los mismos colores e inclusive el mismo acomodo, de tal manera que dejan poco sitio para diversos tipos de relación o de experiencias que no sean aquellas diseñadas por la practicidad de la producción del diseño en masa. Y no es necesariamente esto último el problema, sino que una cosa cancele a la otra.
Lo cierto es que no son pocos los arquitectos, artistas, pedagogos, activistas y pensadores que se han interesado en los espacios de juego como lugares para la exploración creativa, para la negociación, y como generadores de comunidad; ideas que van en contra de la infantilización de los niños y que en cambio apuestan por la habilidad de los más jóvenes de desarrollar sus propias capacidades creativas sin la ayuda o la intervención de los adultos. Desde los años 50 del siglo pasado, e inclusive desde antes, puede trazarse una historia de proyectos para campos de juego (una noción más amplia que la de parque infantil) de muy distinta naturaleza que se han llevado a cabo en contextos urbanos: en el espacio público, en escuelas, campos de refugiados, conjuntos habitacionales, centros culturales.
Este año, dos museos importantes en São Paulo y la Ciudad de México dedican exposiciones a este tema con las que apuntan a preguntas sobre la dimensión social de la escultura, el ocio, lo lúdico, el espacio común y la participación del público en los museos.
El Museo de Arte de São Paulo (masp), uno de los edificios más propositivos que la arquitecta de origen italiano Lina Bo Bardi construyera en Brasil, se inauguró en 1969 utilizando su gran explanada para la exposición Playgrounds del artista Nelson Leirner. En una época en la cual la pregunta por la conexión entre arte y vida era central, este museo abrió sus puertas dando un papel central a la interacción del público con la obra de arte. Playgrounds 2016 se apropia del título de la muestra de los años 60 e invita a seis artistas y colectivos a diseñar piezas participativas tanto para el interior como para el exterior del museo, con la intención de poner a discusión la dimensión social de la escultura y la capacidad de ésta para crear situaciones de mediación y de comunidad. Los artistas invitados son Ernesto Neto, Yto Barrada, Céline Condorelli, Rasheed Araeen y los colectivos Grupo Contrafilé y el recién formado O Grupo Inteiro.
Por su parte, el Museo Tamayo presenta Los Parques de Noguchi; la primera muestra centrada en los proyectos que el escultor estadounidense Isamu Noguchi realizara entre finales de 1930 y los años 80 para parques infantiles. Esta muestra es un recorrido por dibujos, maquetas, planos y cuatro esculturas de gran escala de una investigación que, aunque prolífera, tan sólo se cristalizó en dos casos construidos, uno en Estados Unidos y el otro en Japón. Además de los ejercicios formales y escultóricos que representa desde una óptica moderna, es claro que para este artista el interés estaba en pensar formas para crear alternativas de experiencias no dirigidas, mientras que estos espacios de juego bien pueden determinar formas para organizarnos como sociedad. Y lo más importante: ser espacios de libertad.