NOTAS CORTAS
ARTE PARA MÉXICO

Pagando con óleo, bronce... y todo menos oro

texto — James Oles

imágenes — Cortesía Editorial Turner

En los años 1950 —como hoy en día— a nadie le gustaba pagar el impuesto sobre la renta. Muchos evitaron sus obligaciones a través de trampas o mentiras, pero algunos artistas, nacionalistas al hueso y ávidos de mejorar las colecciones de los museos, inventaron una manera de pagar y no pagar al mismo tiempo. Como recordaba años después Hugo Margaín, el burócrata que decidió ayudarles:

En las postrimerías del régimen del presidente Adolfo Ruiz Cortines, a mediados del año del 1957, recibí en la Secretaría de Hacienda a David Alfaro Siqueiros. Era yo entonces Director del Impuesto sobre la Renta. Tuve con él una larga plática donde se gestó la idea de permitir a los artistas el pago de impuestos por medio de obra de arte. Siqueiros tenía organizado un grupo de pintores y a uno de ellos se le había embargado por la falta del pago del impuesto derivado de sus ingresos. Con vehemencia Siqueiros alegaba que un pintor no sabe de contabilidad, ni de las complicaciones establecidas en las leyes impositivas. Lo único que tenemos, me dijo, son cuadros, y si quieres podemos pagar nuestras obligaciones al gobierno con la entrega de algún cuadro. No me parece mala idea, le contesté. Podríamos, por virtud de este sistema, coleccionar un acervo artístico contemporáneo importante y lo estableceríamos en un museo, especialmente hecho para el caso.

En las siguientes décadas, a través del programa que terminó llamándose Pago en Especie, se ha formado una de las colecciones de arte moderno y contemporáneo más importantes en México, distribuida entre bodegas y galerías de la misma Secretaría de Hacienda hasta museos en provincia y embajadas en el extranjero. Después de una larga y cuidadosa revisión de miles de objetos de más de 1 500 artistas, unas 200 obras —pintura, escultura, fotografía y grabado, pero también instalaciones y video— de 104 artistas se presentan en Arte para la Nación, una gran exposición en la Galería del Palacio Nacional. Sin narrativa ni pretensión de contar otra historia del arte mexicano, esta muestra busca sorprender tanto por la diversidad como por la calidad de las obras, desde consagradas pinturas de Diego Rivera —¡paisajes de Moscú!—hasta cuadernos escatológicos de Francisco Toledo y lo más duchampiano del arte contemporáneo8