NOTAS CORTAS
EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA ANTES

Apoteca: naomi’s cosmic smart drinks

texto — Jorge Dorantes

imagen — Cortesía archivo Pepe Casanova

Recuerdo la primera vez que entré a un rave como si hubiera sido hoy, como si acabara de tragarme un gato Félix completo y de disolver una cápsula blanca —de las que ya no hay ni habrá— en un smart drink. Las drogas le hacen cosas extrañas a la memoria: un lustro se puede volver borroso como un sueño que anotamos a medias, y sin embargo hay momentos que, aun inmersos en un mar de fragmentos inconexos, son islas brillantes de claridad y conciencia —si bien alterada—, como cuando al atardecer el Sol está por desaparecer en el mar y por unos segundos existe en el horizonte esa pequeña e imposible isla incandescente. Eran mediados de los 90 —o poco antes— y entré al Polyforum Siqueiros a ritmo de lo que después sabría era DJ Chrysler. Lo primero que vi fueron esas minifaldas plateadas sacadas de una versión para adultos de Los Supersónicos. No me importó que el DJ estuviera vociferando al micrófono frases como “sirvienta, mastúrbate” o “Siqueiros sal de tu cripta”.  Supe que no me quería ir de ahí jamás. Había chicas hermosas en minifaldas plateadas por todos lados. ¿Dónde habían estado antes? ¿Dónde había estado yo? Era como si una convención de fans de Barbarella y una convención de fabricantes de psicotrópicos y anfetaminas hubieran tenido un hijo perfecto: el rave. O la rave, como le decían Tampico y en otros lugares del norte.

Una de esas hipnotizantes falditas plateadas se encontraba invitando a los asistentes a un concepto insólito. Y es que ahora tenemos televisiones y teléfonos que dicen ser smart. Pero entonces sólo teníamos los Naomi’s Cosmic Smart Drinks.

¿No tienen alcohol ni nada?, le preguntamos mis amigos y yo con caras totalmente confundidas, como si nos acabara de explicar la teoría de cuerdas. Y vino una nueva explicación de la cual sólo pude retener la palabra guaraná y el bello rostro de Naomi, quien, concluí, debía venir del futuro. Todos compramos uno. Si hubiera vendido playeras con la leyenda “Mis amigos fueron a un rave y lo único que me trajeron fue esta pinche camiseta” también me hubiera comprado una. Nuestro presente se había vuelto un futuro mejor.