VITRINA
SECRETOS

IÑAKI BONILLAS, ESTANCIA FEMSA No. 2

Iñaki Bonillas, Secretos: inversiones, 2016 Cortesía de Estancia FEMSA, del artista y kurimanzutto, Ciudad de México

INSTRUMENTOS DE MIRADA

Daniel Aguilar Ruvalcaba

Secretos, la exposición de Iñaki Bonillas curada por Eugenia Braniff para Casa Luis Barragán, podría iniciar con la declaración que el propio Luis Barragán realiza en su discurso de entrega del premio Pritzker, “no hay mejor expresión de la vulgaridad que un jardín vulgar”. Considerando que Barragán piensa al jardín como, “presencia permanente de la naturaleza, pero la naturaleza reducida a proporción humana y puesta al servicio del hombre, y es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo”.

El adjetivo vulgar según la Real Academia Española proviene de la raíz latina vulgāris (lo que pertenece o es relativo al vulgo), de donde luego deriva el verbo vulgāre (propagar entre la gente, divulgar, extender). Contrastemos vulgar con el verbo comulgar que desciende del latín communicare, (que en inglés podría pasar por common care). Además de sus connotaciones católicas comulgar sugiere, a diferencia de vulgar , un acuerdo horizontal e íntimo que se da a conocer al público.

En el jardín comulgan la naturaleza con el hombre. Lugar de reposo y bien común (common care). El vulgarizar para Barragán, quizás resida en la obstrucción de los senderos (inefables e inteligibles) que comunican al hombre con la naturaleza.

La vulgaridad es intimidad vulnerada, sin predicados. Acaso lo vulgar para Barragán podría aproximarse a una naturaleza sin “proporción humana”, desprovista de emociones, vulnerable. Si lo anterior fuera cierto, el antídoto para tal “agresividad del mundo contemporáneo” es una colaboración entre hombre y naturaleza que garantice lo más sereno y alegre del hombre: el reposo.

Estamos hablando de jardinería.

En Secretos, Iñaki Bonillas hace de jardinero al reducir “a proporción humana la presencia permanente” de la arquitectura de Casa Barragán. Sin embargo, Bonillas en un inesperado hallazgo ubica “el contenido del universo entero” en los estrechos y oscuros jardines de los espacios negativos de la arquitectura de Barragán: clósets, alacenas y otras sinuosidades.

Sin embargo, Bonillas no abandona la exploración de los elementos de la imagen fotográfica y sus tecnologías de producción (cámara, película, revelado, etc.), característica de sus obras anteriores. En Secretos, supongo, remite a la cámara oscura. Aquel instrumento óptico antiquísimo que permite obtener una proyección de una imagen y que fue de gran ayuda, por ejemplo, para muchos pintores del siglo XVIII.

La cámara oscura es una caja cerrada con un pequeño orificio por el cual entra una mínima cantidad de luz que proyecta en la pared opuesta la imagen del exterior. Es la precursora directa de la cámara fotográfica.

El ojo humano opera como cámara oscura optimizada. Según Wikipedia, primero, “la retina recibe la imagen invertida en sus paredes”. Luego, “la luz estimula los conos y los bastones que transforman esa información en impulsos nerviosos”. Finalmente, “el cerebro endereza las imágenes e interpreta la información de color, tamaño, posición, etc.”. El florero evidencia que Barragán era consciente de esto.

En la arquitectura emocional de Barragán el jardín entra a la casa invertido y suspendido en agua, como lo haría un ojo libre de sistema nervioso. No es casualidad que Bonillas haya prestado atención al florero.

Los jardines interiores que Bonillas cultiva en la fertilidad de los espacios negativos de la Casa Barragán, extienden la técnica de la cámara oscura, para comulgar y no para vulgarizar un archivo, un jardín. Es decir traen imágenes del interior al interior.

“Paseando entre las grietas de lava protegido por la sombra de imponentes murallas de roca viva, repentinamente descubrí ¡oh sorpresa encantadora! pequeños secretos, verdes valles rodeados y limitados por las más caprichosas, hermosas y fantásticas formaciones de piedra que había esculpido en la roca derretida el poderoso soplo de vendavales prehistóricos”. Imagino que Bonillas experimentó algo similar a lo que Barragán en aquella vasta extensión de lava al sur de la Ciudad de México. Aunque, para Bonillas, esos verdes valles demarcados por rocas de formas fantásticas son consecuencia del poderoso soplo de la vida y obra de Barragán.

Bonillas aúna mediante cámaras oscuras, injertadas en los clósets de la casa del arquitecto tapatío, lo poético y lo misterioso de la vida y obra de Barragán. Secretos es entonces una exposición para el espectador fotosensible que, “en búsqueda de un vínculo con la naturaleza al crear un lugar de reposo, de placer apacible” encuentra en una serie de floreros la proporción humana invertida3