Texto: Rodrigo Ortiz Monasterio
Imágenes: Archivo Carlos Lazo
Hace poco encontré una cueva. Era, más que una cueva, una casa en forma de cueva. Todo comenzó cuando fui a la peluquería La Chiks, en la calle Sierra Leona, en las Lomas de Chapultepec, a la que he ido desde que tengo uso de la memoria. Entrar a La Chicks es como viajar en el tiempo: allí, todo permanece como hace 25 años, si ignoramos algunos avatares inevitables como el Sidral que antes los peluqueros tomaban en envase de vidrio y ahora, con algunas canas más, toman en lata.
En mi camino de regreso al coche, con mi nuevo corte al estilo militar y con menos prisa, pude observar las dos casas frente a las que me había estacionado: la de la derecha, la número 372, era una casa pretenciosa, recién construida, con cámaras de vigilancia. La fachada de la casa número 374 pasaba inadvertida junto al monstruo de al lado. Más discreta, tenía una puerta café de acero que revelaba un deterioro severo.
Me crucé al otro lado de la calle: “Tal vez, si agarro un poco de vuelo o con un poco distancia, logro ver la casa”, me dije. ¿Morbo? Es un hábito que he ido desarrollando con los años: cada vez que paso por una casa que parece estar abandonada (o que está en pleno deterioro), me asomo en busca de algo: muebles abandonados, o comienzo a fantasear con ideas sobre cómo restauraría la casa si la comprara. Utilicé de escalón las raíces de una jacaranda que ya se habían apoderado de la banqueta, pero sólo logré ver un pequeño cuadro verde a lo lejos, un pedazo de lo que parecía el techo de la casa.
Durante mi dosis diaria de perder el tiempo navegando en internet, decidí buscar la casa 374 en Google Maps. Como era de esperarse, sólo se podía ver el techo: una imagen pixeleada de un cascarón verde, la casa camuflada entre sus alrededores. Al investigarla un poco más, resultó que la construcción del número 374 no era cualquier casa: la había diseñado, en 1948, el arquitecto Carlos Lazo Barreiro, y la había nombrado la Casa Cueva en la Era Atómica.
El propósito de este texto es trazar la relación entre la cueva como arquetipo de la arquitectura orgánica y, por otro lado, la cueva como la intersección de múltiples metáforas: la mente (la famosa alegoría de Platón), el hombre primordial y la naturaleza. Con base en lo anterior, este ensayo propone analizar dos proyectos del arquitecto Lazo: la Casa Cueva en la Era Atómica y el proyecto piloto (fallido) de vivienda mínima, llamado Cuevas Civilizadas, al norponiente de la Ciudad de México, para así tratar de comprender las propuestas arquitectónicas y urbanísticas que Lazo pensó para un futuro utópico.
1. Casa Cueva de la Era Atómica
“No estamos poniendo una primera piedra en el primer edificio de la Ciudad Universitaria; estamos poniendo una piedra más en la fervorosa construcción de nuestro México”.
Carlos Lazo
En 1948, año en que la Casa Cueva fue construida, el arquitecto Lazo (de apenas 28 años) obtuvo el puesto de gerente general de Obras de Ciudad Universitaria.1 La influencia de Frank Lloyd Wright y el intento por integrar naturaleza y arquitectura son evidentes en la construcción y planificación del campus. Esto se ve con claridad en su uso de la piedra volcánica en la edificación del Estadio Olímpico y en el espacio abierto entre edificios.
Nunca logré entrar a la Casa Cueva; regresé, toqué la puerta, pero nadie contestó. Ignoro su estado actual; probablemente esté deshabitada. Pero puedo especular a partir de algunos documentos. Empecemos con una fotografía a color, tomada por Armando Salas Portugal, del exterior de la casa. La fotografía, además de confirmar lo poco que pude ver por medio de Google Maps, pone evidencia el diseño semicircular de la casa y revela que el “techo verde” es un jardín que Lazo diseñó para aprovechar el terreno. Hay rampas a ambos costados de la casa, lo que hace del techo una extensión del jardín, y, en el centro, hay una pérgola de cristal.
En las fotografías del interior de la casa, las plantas cuelgan desde el techo, y en medio de la estancia hay una chimenea de piedra volcánica, rodeada por una sala circular. Ahora, basándonos en los dibujos arquitectónicos de la construcción, podemos entender la manera en que Lazo empleó la idea de la cueva, enterrando gran parte de la casa y cubriéndola con pasto. Lo primero que pensé cuando vi el segundo dibujo del interior de la casa, fue: “Esta casa es como si fusionaran la cueva de los Picapiedra con la casa futurista de los Supersónicos”. Recuerdo haber confundido uno de los objetos del dibujo con un pulpo, una gran falta de sentido común de mi parte, tomando en cuenta que el diseño de la casa fue concebido para integrar el exterior con el interior. Se trataba de una planta; posiblemente, una garra de león.
Guerra de Cuevas
Ya entrados en el tema de las casas construidas en cuevas (y viceversa), es primordial mencionar la Casa Máscara del artista y arquitecto Juan O’Gorman, construida entre 1947 y 1956, por medio de la incorporación de una cueva natural.2 Para O’Gorman, la arquitectura era una constante colaboración o, en sus palabras, un “laboratorio viviente”.3 Podríamos aventurarnos a pensar que Lazo y O’Gorman habrían sido buenos amigos, ya que compartían aspectos arquitectónicos, además de que ambos trabajaron en la planificación y construcción de Ciudad Universitaria. Sin embargo, los rumores cuentan que un incidente los convirtió en enemigos. Todo empezó cuando Lazo, entonces Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, censuró una frase que O’Gorman había proyectado escribir en uno de los murales del Centro de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (scop). Cabe mencionar que Lazo (junto con los arquitectos Augusto Pérez Palacio, Jorge Bravo y Raúl Cacho) buscó en la construcción del Centro scop una integración funcional, práctica, espacial y tecnológica, un claro ejemplo de la denominada “integración plástica”, que Lazo definió de la siguiente manera:
Síntesis de volúmenes y cuerpos que resuelven programas precisos de trabajo, buscando solución proporcionada y unidad arquitectónica, bajo la intervención de especialistas en construcción para problemas particulares. Integración plástica: pintura, escultura integrada a las obras arquitectónicas. Integración planeada y planificada desde su proyección.4
Se conoce menos el planteamiento teórico del arquitecto, que llamó “Doctrina Lazo” o Planificación Integral, donde proponía soluciones urbanísticas y arquitectónicas para la ciudad. En resumen, la Doctrina Lazo planteaba los siguientes puntos: residir (viviendas), trabajar (actividades administrativas, burocráticas e industriales),cultivar el cuerpo y el espíritu (escuelas, hospitales, bibliotecas, iglesias, parques, jardines, centros deportivos, teatros, etcétera) y circular (calles, avenidas, carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos).5
El proyecto de Cuevas Civilizadas de Belén consistía en la construcción de 110 viviendas, que Lazo había diseñado como cuevas para aprovechar el desnivel de una barranca ubicada en la cercanías del casco de la vieja hacienda.
Un verdadero visionario, Lazo sabía que su firme carrera política lo llevaría a convertirse en presidente de la república. Imaginemos a un arquitecto como presidente; sin duda sería la primera vez en la historia de nuestro país.
No. 1. Programa Cuevas Civilizadas, Sur de Av. Constituyentes en Belén de las Flores, Álvaro Obregón, México, Distrito Federal.
“…un tipo de planeación urbana y de construcción en la que no se siente otra cosa sino el paisaje y muy levemente la integración del hombre, disputándolo y valorizándolo”.
Carlos Lazo
¿Utópico? ¿Idealista? ¿Romántico? Sin duda. Durante su corto tiempo como secretario en la scop y con la ayuda, claro, del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, Lazo vio prosperar algunas de sus propuestas de integración urbanística. En 1953 propuso una serie de proyectos de habitación mínima, las Cuevas Civilizadas. El más emblemático y representativo de estos proyectos se construyó en los terrenos de la antigua fábrica de papel de Belén, a un costado de avenida Constituyentes, que desde 1910 era propiedad del gobierno federal.
El proyecto de Cuevas Civilizadas de Belén consistía en la construcción de 110 viviendas, que Lazo había diseñado como cuevas para aprovechar el desnivel de una barranca ubicada en la cercanías del casco de la vieja hacienda. Esta hacienda tuvo diversos usos desde su fundación hasta 1950: molino, casa de hacienda, fábrica de papel y laboratorio de municiones y fuegos artificiales, propiedad de la Secretaría de Guerra. Cabe resaltar que las instalaciones de la vieja hacienda se utilizaron para un club social destinado a los empleados de la secretaría, un guiño al Club de los Trabajadores de Rodchenko a la mexa.
Todos los sábados, Lazo volaba en avioneta para inspeccionar sus proyectos desde las alturas. El arquitecto instaló una pantalla de vidrio en la base inferior del avión y tomaba aerofotos de los procesos de obra. En la madrugada del 3 de noviembre de 1952, el arquitecto, su hijo Carlitos y el mejor amigo de éste abordaron un DC-3 Douglas en la aeropista de la ciudad de México. El viaje tenía el fin de inspeccionar (desde lo alto) algunos tramos de la carretera México-Zihuatanejo que habían sido dañados por las lluvias. Poco después, a unos minutos del despegue, el motor de la avioneta se apagó y el piloto intentó maniobrar un aterrizaje de emergencia sobre el lago de Texcoco. Sin embargo, todos los pasajeros a bordo del DC-3 Douglas murieron en el impacto.
El proyecto de Belén se puso en pausa después de la inesperada muerte del arquitecto Lazo, a pesar de que las viviendas estaban en estado avanzado de construcción. Así fue como este proyecto progresista, que hubiera cambiado la vivienda de nuestro país, pasó al olvido. Las cuevas, abandonadas, se convirtieron en ruinas. Esta situación, sin embargo, no fue un impedimento para las personas que vivían en las cercanías, quienes ocuparon y adaptaron las cuevas a sus necesidades durante las décadas de los 60 y 70 en un claro ejemplo de lo que llaman autoconstrucción. En abril de 1985, el periódico El Nacional publicó una nota donde se señalaba con asombro el deterioro de las cuevas de Belén. La autora denunciaba la habitación ilegal de 20 familias que vivían en condiciones sumamente precarias en cuevas construidas por la scop. “Vivían como cavernícolas”, escribe.
Curiosamente, no encontré información sobre las cuevas de Belén publicada a partir de los 80; sin contar los desalojos de las Cuevas debido al desarrollo urbano de Santa Fe a finales de esa década, lo que nos lleva a las siguientes preguntas: ¿Qué pasó con las cuevas? ¿Cuál es su estado actual? O ¿incluso, seguirán ahí?
Una vez más, recurrí a Google Maps, anhelando encontrar algo… pero nada. Vivo en la San Miguel Chapultepec, esquina con Constituyentes; me queda a cinco minutos de la colonia Belén. ¿Necedad? Díganme como quieran, pero decidí ir en búsqueda de las cuevas. Durante media hora estuve dando vueltas por la colonia de Belén; en mi gran “exploración” sólo alcance ver la Tercera Sección de Chapultepec (la parte más descuidada del parque), y del otro lado de Constituyentes, el edificio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico (shcp). Pero no encontré ninguna huella de las cuevas.
Después de haber hablado por el teléfono con el hijo del arquitecto, Lorenzo, me dijo que posiblemente podría encontrar fotos del proyecto de Belén en la página de Facebook bajo el nombre de “Homenaje a Carlos Lazo”. Así, y gracias a mi terquedad de encontrar las cuevas, halle dos fotografías. La primera imagen es de una de las entradas a las cuevas, la cual había sido sellada con cemento, escondida entre unas palmas reales (plantadas por los habitantes de Belén). En otra imagen, un ventilador cuelga del techo y un bote de avena junto a la estufa incorporada entre otra pared de cemento, otra imagen de una cueva sellada con cemento. Estas imágenes evidencian un organismo que ha ido expandiéndose a lo largo de los años para abordar la necesidad de sus habitantes. Capas sobre capas, restos de un proyecto fallido, eso, es lo único que queda de las cuevas de Belén.
¿Que diría Lazo si pudiera ver en lo que se convirtió su proyecto de Cuevas Civilizadas de Belén? Me gusta pensar que el arquitecto sufriría del mismo shock que la reportera de El Nacional al enfrentarse con el paisaje de Belén, quien dijo: “Era más bien un paisaje de niños sin futuro, de mujeres conformistas, de ancianos cansados, de hombres con mucho amor a su terruño”.
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1 Es poco sabido que el arquitecto en tan sólo 120 días logró construir la torre de Ciencias; en ocho meses el Estadio Olímpico, y además implementó un proyecto social que apoyaba a los más de 10,000 albañiles que trabajaban en CU y les ofrecía clases de dibujo, lectura y alfabetización, así como un plan alimenticio balanceado, servicio médico y de peluquería.
3 Los O’Gorman se mudaron a la Casa Máscara cuando todavía no estaba terminada, y ésta se convirtió en un proyecto familiar a largo plazo. Estuvieron en construcción durante cinco años, que es más cercano a vivir en una máquina en movimiento que en un hogar.
4 Augusto Pérez Palacios, “Algunos aspectos del nuevo Centro scop”, Espacios n° 21-22, México, octubre-diciembre 1954, sin pp.
5 Elisa M. T. Drago Quaglia, Doctrina Lazo.
*Las imágenes son tomadas del libro:
Carlos Lazo. Vida y obra, Yolanda Bravo Saldaña, Facultad de Arquitectura, unam,
2005.