Nelson Oxman y la Leyenda Escandinava
texto — Leandro Córdova
fotografía — Lourdes Almeida
Estaba en las calles del centro haciendo tiempo y recordé un libro que me había platicado un amigo, en el cual dos bandas rivales se peleaban el territorio en una carrera en sentido contrario sobre el viaducto Río Piedad. Decidí buscarlo en las librerías de viejo de Donceles, no recordaba el nombre del autor, sólo el título. En la primera librería, grande, de dos pisos, no lo tenían ni sabían de quien hablaba; en la segunda menos, además de que confundí su editorial, y así me fui hasta la penúltima. El único encargado estaba hablando con una señora. Esperé al primer silencio y, desesperado y abatido, pregunté por el libro.
Me contestó la señora —Puta, ese libro está cabrón conseguirlo, si quieres te lo fotocopio. Y no es de Anagrama, es de Diana—. El encargado me preguntó otra vez por el título y lo seguí al fondo del local con falsa esperanza.
Al poco tiempo la señora que conocí en la librería, me dio las fotocopias. Se llama Laura, y es doctora en Lingüística, en los 80 andaba con los Mierdas Punks embarazada bajo una sombra improvisada en los basureros de Santa Fe, mientras hacía su doctorado.
Después de ese encuentro supe que el autor había nacido en Chile el 2 de febrero de 1942 o 1943, que tenía dos hermanas y un hermano; que su hermana mayor vive con su madre en Chile, y está preocupada de lo que digan de él. Que su hermano está en España. Que durante los 60 fue actor de fotonovelas. Que llegó a México en los 70. Que escribía en el suplemento semanal de arte Sabadazo de Unomásuno. Que Humberto Batis fue su jefe y pensaba que a él sólo le gustaba la mala pintura. Que era disléxico y entre Andrea Dabrowsky y Gabriela Candiano corregían sus escritos. Que nunca se inscribió en la Sogem o publicó otra novela, aunque sí iba a congresos literarios. Que escuchaba música clásica en la XLA. Que diseñaba suéteres de dama y caballero. Que era un gran cocinero, amigo y anfitrión. Que sabía hacer sentir en casa a cualquier persona. Que Alma Velasco tiene todas sus notas encuadernadas en un libro. Que Pablo Ortiz Monasterio hizo la fotografía y diseño de su libro. Que una de sus parejas fue de Tampico. Que le gustaban las mujeres muy elegantes, finas e inteligentes. Que en la unam formó parte de un grupo de amigos que se hacían llamar Feroz, clase del 75. Que era un buen bailarín de disco. Que vivió en la calle de Agricultura, y de ahí se mudo a la glorieta de Iztaccíhuatl. Que Eduardo Casar publicó un poema sobre él en uno de sus libros. Que Ana Luisa fue su primera esposa y ahora lucha por los enfermos de vih. Que hizo click con Luis Roberto Vera y se fajaron muy duro, y al estar desnudos vieron que por ahí no era y se volvieron compañeros de “cacería” junto al Príncipe de Metepec y las Hijas de Dior. Que cazaban en lo que denominaban “Los Archivos de Indias”. Que era mitad judío errante, mitad vasco, y conocía el hebreo. Que Roberto Cortázar le regalo un cuaderno con más de 100 dibujos. Que disfrutaba manejar. Que en el 83 mataron por odio a un amigo suyo, y culparon a otro. Que tenía muchos grupos y no los juntaba. Que le gustaban los hombres correosos y lumpen. Que le gustaba el cine de arte. Que era fresa. Que no tenía pelos en la lengua y era inseguro. Que su última novia se llamaba Aurora, era muy chavita y él tenía miedo de contagiarla. Que al final de su vida estaba obsesionado con los lavados nasales. Que en su muerte había ocho personas, la veladora de su cuarto se apagó y el reloj de su casa dejó de funcionar. Que murió el 16 de octubre de 1989, seis meses después de publicar su libro. Que un amigo suyo tiene sus diarios bajo llave. Que su hermano tiene un libro de cuentos cortos sin publicar. Que Laura Hernández me lo presentó. Que su vacío fue llenado por sus amigos. Que su nombre era Nelson Oxman y su libro, La leyenda escandinava.