NOTAS CORTAS
RUEDO

Embrujo Gitano

texto — Isabel Martínez Abascal

fotografías — Iñaki Domingo

Hay muchas maneras de construir un muro, y aunque por lo general polémicas, no todas carecen de interés. El compromiso europeo con la vivienda social a lo largo del siglo xx trajo ejemplos relativamente exitosos, como el Byker Wall proyectado por Ralph Erskine, y la contemporaneidad japonesa nos ha dejado casos tan sofisticados como el brillante Gifu Kitagata de Kazuyo Sejima.

En el Madrid de 1986, el emblemático arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza ganó un concurso para construir un conjunto residencial curvilíneo en un terreno problemático junto a la M-30, una gran autovía urbana. El Ruedo se ha alzado desde entonces como una muralla rojiza que protege de la contaminación y el ruido.

Su fachada externa perforada únicamente por pequeños huecos, le valió el apodo de cárcel, y el hecho de que los primeros usuarios del inmueble fuesen más de 300 familias gitanas realojadas, que provenían de un poblado chabolista, no mejoró el estigma.

Si la idea era acabar con focos de marginalidad y venta de droga, ofreciendo viviendas dignas como alternativa a casetas autoconstruidas, algunos críticos vieron en este tipo de operaciones el surgimiento de un “barraquismo vertical” que no conseguía eliminar los prejuicios y la segregación social imperantes en la época.

Sin embargo, el proyecto de Oiza propiciaba con la rudeza de esa cáscara espiral, un mundo habitable. La cara interna, decorada con motivos coloridos posmodernos, conforma un gran espacio público, un área verde con campo de futbol y columpios, donde ahora juega una tercera generación de habitantes.

A pesar de sus detractores, la zona tiene hoy una de las tasas de criminalidad más bajas de la ciudad y el Ruedo parece erguirse con el potencial para ser un edificio, si no de culto, al menos atractivo. Así le ocurrió al emblemático Copan, proyectado por Oscar Niemeyer en el centro de São Paulo y conocido durante los 80 por ser morada de prostitutas y traficantes; en especial su bloque B, donde se popularizó la frase “cuidado com a curva” en referencia a que uno nunca sabía que se iba a encontrar al final del sinuoso pasillo. Hoy, el conjunto, que tampoco le pasó desapercibido al fotógrafo Andreas Gursky, es un destino predilecto de artistas y arquitectos.

Las propuestas de vivienda deudoras de la Ville Radieuse de Le Corbusier se materializaron en México con un intento no menos conocido de alcanzar el ideal moderno: el Conjunto Nonoalco Tlatelolco proyectado por Mario Pani. Dicho sea de paso que con un historial del tipo, es comprensible, no ya que nadie quiera pagar por un muro, sino que nadie quiera continuar construyéndolos.