GABINETE
ULISES CARRIÓN

Texto: Kenneth Bostock

Imágenes: Museo Jumex — Archivo

https://www.youtube.com/watch?v=5Fbvx3ztG1Q

https://www.youtube.com/watch?v=dNaLtQNkSz8

No hay arte y vida, sólo vida.

En 1974, la revista Vuelta —encabezada por Octavio Paz— imprimió un artículo dirigido que criticaba la noción del libro-como-obra-de-arte al atacar de manera general los fundamentos del arte conceptual. El artículo dirigía la crítica a la obra de Harboven, Weiner y Bochner para rematar con una bofetada abstracta contra la obra de Ulises Carrión. Para el autor del artículo, se trataba de una práctica de charlatanería, el manifiesto de Carrión acerca del mundo del arte no es más que un truco para dar significado a lo insignificante. Cuarenta años después, es claro que el autor del artículo no le atina al blanco. Precisamente la obra importa porque es irrelevante.
El final de la década de los 80 con la muerte de Carrión empuja este nuevo situacionismo conceptual a los márgenes y comentarios de la historia del arte en México. Se vuelve una especie de mito excéntrico, un artista del culto. La oscuridad enmarca una perspectiva historiográfica de constante paralelismos. El manifiesto de Carrión, El nuevo arte de hacer libros es un manifiesto de desarticulación. Carrión le apuesta al comodín. Mucha de la obra se ha publicado y desminado póstumamente, quizá ésa es otra broma que Ulises le juega al petrificado mundo del arte. En 2002, el Museo Carillo Gil redescubre a Ulises, en 2015 una vasta retrospectiva en el Museo Reina Sofía —curada por Guy Shraenen— institucionaliza por fin su obra, y de cierta manera le da lugar al eco de su práctica.
Carrión siempre anduvo entre lenguaje y acción; aun cuando se distancia del mundo literario, siempre vuelve al objeto de la literatura. Se trata de valorar agencia sobre idea, o de identificar la idea en la acción. Esto se traduce en un arte de vivir —un arte de cambio y accidentes— que es léxico, critica, proposición y finalmente etéreo. Ulises es cuna en el arte conceptual mexicano al mismo tiempo que es margen o frontera. Es claro que Carrión no es poeta y en su no ser lo es. Como bromista de idea, le gustaba la contradicción y la tautología. Quizá es este impulso doble lo que instiga en Carrión el desapego, y últimamente el exilio en Ámsterdam. Nadie es profeta en su propia tierra.

El manifiesto de Carrión, El nuevo arte de hacer libros es un manifiesto de desarticulación.

En Ámsterdam se enfoca a recrearse como artista y dejar atrás el quehacer literario. Abre la libreria-galeria Other Books and So (1975–79), y es cofundador de espacio de arte In-Out Center, ambos proyectos enfocados a la distribución del quehacer como significado, como parte del vivir diario. Se mueve en los círculos avant-garde de Europa y busca una práctica sin fronteras. Con aire de profesor de lenguas se dedica a inventar una forma de hacer literatura con los medios físicos de la literatura. Sus obras saltan del texto al collage, del collage al diseño gráfico y estrategias de mercadotecnia. Ulises no era poeta, pero hacía poesía (En los 60 surge un movimiento independiente que retoma el quehacer poético desde la idea hasta la imprenta —notablemente Tuumba Press editada por Lyn Hejinian). Para abandonar la literatura hay que redescubrir su objeto. Su discurso es como es. Esto es lo fundamental de su práctica: una especie de divagación ontológica.

Es claro que Carrión no es poeta y en su
no ser lo es. Como bromista de idea,
le gustaba la contradicción
y la tautología.

El disfraz es esencial para entender la postura de Ulises. Es la táctica del outsider, de la preocupación por el quehacer de la idea en la circunstancia. Hacer libros apunta a un poder simbólico del publicar como acto de plagio, una cultura del cut & paste. Curiosamente, su práctica anticipa la explosión digital de nuestra contemporaneidad, y la producción willy-nilly de zines, panfletos y chapbooks. Es curioso cómo le faltan al castellano palabras para este tipo de producción, quizá es otra broma de Ulises. Palabras sobre palabras, que para Ulises son evidencia de falsa autenticidad, de la aspiración del autor de probar los límites del significado en el lenguaje. Hacer es traducción, leer es escribir, decir es concluir, andar es llegar, etcétera. El comodín de Ulises es la saturación apropiada —otro juego de palabras.

¿Por qué los plagios?
Porque
Hay demasiados libros
Toma demasiado tiempo leer o escribir un libro
El Arte no es propiedad privada
Son una señal de amor hacia el autor
Le dan a un libro una segunda oportunidad de ser leído
Hacen que la lectura sea innecesaria
No se prestan a interpretaciones psicológicas
No tienen propósitos utilitarios
No tienen valor comercial
Son simples y absolutos
Son bellos

El no pertenecer es otra guasa conceptual de Carrión. Así como le fascina la palabra, le fascina la gráfica del consumismo y la cultura popular. El no ser poeta para ser poeta y conversar con actrices de películas de segunda. En su rechazo del quehacer literario, Ulises recupero la poesía como fetiche. Este fetichismo es quizá su legado, busca en la red a Ulises Carrión y aparecen una multitud de artículos y comentarios que repiten esta mitología. El video, grabaciones en cassette, libros artesanales, performance, todo forma parte de esta colección de accidentes que niegan su historia. El decir es hacer y el hacer es decir. Ulises lo resume en el terreno liminal de la onomatopeya:

Sipi quieperepes ipir apa Mépexipicopo tiepenepes quepe topomapar epel aviópopon. Tiepenepes quepe copomprapar upun bopolepetopo ypy tiepenepes quepe epestapar apa tiepempopo epen epel aeperopopupuepertopo.