Texto: Daniel Garza Usabiaga
Como diplomático, Marco Aurelio Almazán (1922-1991) trabajó en varias embajadas mexicanas en Europa durante los años más críticos de la Segunda Guerra Mundial. Sólo se puede especular si experiencias como ésta tuvieron algún impacto en el desarrollo de su trabajo como escritor de humor. En sus textos, Almazán fue un agudo crítico de la sociedad, incluyendo sus sistemas políticos.
Su carrera como autor de humor se reveló a inicios de los años 60 con la publicación de su libro El arca de José y con sus colaboraciones en la columna Claroscuro, que apareció por más de 25 años en el periódico Excélsior. Durante este tiempo, Almazán trabó amistad con los mejores caricaturistas de esos años, como Freyre, quien realizó una genial pieza para su libro El rediezcubrimiento de México (1978). Este libro, como otros publicados por el autor, fueron rotundos éxitos críticos y comerciales. Eva en camisón (1974), por ejemplo, llegó a su novena edición en dos años con 31,000 ejemplares impresos, mientras que a un año de la publicación de El libro de las tragedias (1972) se imprimió su tercera edición con un tiraje total de 11,000 copias.
Publicado en 1976, El zoológico de Almazán es una obra sui generis en la producción del autor. Más que un escritor de humor, en este proyecto Marco A. Almazán se revela como un caricaturista certero, mordaz y oscuro. No es que para este proyecto realizara dibujos a la manera de caricaturas o ilustraciones. Lo que hizo, más bien, fue recurrir a un archivo de imágenes fotográficas. Almazán reunió una colección de imágenes de archivo de animales, tomadas de diversas fuentes, como periódicos o revistas. Posteriormente, escribió un pie para cada una de las más de 110 fotografías que aparecen en El zoológico. Los textos descontextualizan y juegan con las imágenes. Las líneas de Almazán no tienen que ver con animales, sino con la sociedad mexicana y, sobre todo, con el sistema político de 1976 que, de manera poco sorpresiva, cuenta con una actualidad impactante. Las formas de gobierno practicadas por Luis Echeverría (1922) se revelan, a través de las páginas de esta publicación, vigentes en el programa del pri, que ha gobernado el país por los últimos seis años.
La primera imagen del libro es la fotografía de un león que con su hocico muerde lo que parece ser la pierna de un animal. Almazán añade: “No hay nada como un buen hueso, aunque sólo dure seis años”. Al voltear la página del libro, se puede ver la fotografía de unos huacales de madera que contienen un sinfín de pollos que, a partir del texto, se preguntan: “¿Y ahora a qué acto electoral irán a llevarnos?” Una fotografía que presenta un tumulto de cocodrilos, unos inclusive arriba de otros, es descrita como “Antesala del pri, en víspera de designar candidatos”. El eslogan oficial “México, la mejor inversión” se representa con la imagen de una ratonera, esperando a su presa, enfrente de una madriguera, mientras que el clásico eslogan echeverrista, “¡Arriba y adelante!”, se ilustra con la fotografía de un gato que parece saltar titubeante. La desmedida burocracia, la corrupción policial, el clientelismo, la práctica del tapado y otras formas de gobierno características del pri son tocadas en las caricaturas de Almazán. Si bien el autor pone el dedo en las múltiples heridas de la cultura política de México, también articuló imágenes dirigidas específicamente al régimen de Echeverría. El desmedido gasto en política exterior durante su sexenio, ejercido con el fin de consumar su ambición de ser nombrado Secretario General de las Naciones Unidas después de su presidencia, es aludido con la imagen de una jirafa que corre hacia otra más grande mientras menciona: “¡Mamita, mamita, ya se me hizo! Me acaban de nombrar embajador de Tanzania”.
Sin duda con el conocimiento al respecto, El zoológico de Almazán fue hecho por su autor dentro de una larga tradición de la caricatura en que el mundo de los humanos se confunde o es sustituido con el reino animal. Esta tradición incluye tanto la transformación del animal en términos antropomórficos, como sucede en el trabajo clásico de Charles Le Brun (1619-1690), como su ocupación de la vida cotidiana y su desenvolvimiento como individuos o personajes. Grandville (Jean Ignace Isidore Gérard Grandville, 1803-1847), sin duda, es el caricaturista ejemplar en crear otro mundo, en el que los animales realizan las acciones cotidianas de las personas que, en su caso, vivían en París hacia 1840. En Los Animales (Vie Privée et publique des Animaux o simplemente Les Animaux), mediante esta inversión de lo humano y lo animal, se subraya lo irracional y extrañas que pueden parecer ciertas actividades cotidianas vistas desde una perspectiva particular: la de un mundo regido por lo que consideramos como lo racional de lo animal. El zoológico de Almazán se inscribe y continúa esta tradición de caricatura. La peculiar imagen de un perro pequeño montando un triciclo adquiere un nuevo significado mediante la leyenda “Como subsecretario del ramo, me veo obligado a poner el ejemplo en la lucha contra la contaminación del ambiente y los gastos suntuarios”. Debajo de otra fotografía, la de un pulpo que parece flexionar sus tentáculos, se lee: “¡Qué agente de la cia ni qué nada! Yo soy asesor de adecuaciones fiscales de la Secretaría de Hacienda”.
Si en El zoológico Almazán parece adherirse a dicha tradición de la caricatura, en su solución logra algo ciertamente original e innovador. Esto lo consigue con su uso de imágenes de archivo, fotografías encontradas de animales. Tal descontextualización de imágenes era, por ejemplo, una estrategia de vanguardia empleada por artistas y colectivos durante los años 70 en distintos países, incluyendo México. En este sentido, el trabajo de Almazán sobresale entre el de otros caricaturistas de esos años. El impacto de esta obra de los años 70 se puede percibir en la producción de notables caricaturistas contemporáneos, en particular en el trabajo de Jabaz. En lo que respecta al arte contemporáneo, El zoológico de Almazán cuenta con un eco en ciertas piezas de Marco Rountree, un artista que, comúnmente, recurre a material impreso de distinta índole como soporte y parte activa de sus piezas. Algunas de sus obras, además, cuentan con cierto humor conseguido de manera muy sintética, como sucede con la relación entre fotografía y texto en el libro de Almazán. De manera más directa con El zoológico, su pieza Sin título (2017) es una especie de muestrario en el que se exhiben distintas piezas pequeñas y cuentas de plástico del tipo que usualmente se venden en mercerías y tiendas llamadas “fantasías”. Esta colección de objetos se presenta como una especie de tabla científica, como las que generalmente se usan para la exhibición de minerales u otros materiales físicos. El artista, como Almazán, transforma la percepción de estos fragmentos a través de distintos textos. La yuxtaposición entre texto y objeto se articula, como sucede en El zoológico, mediante el humor. El resultado es la caricatura de una especie de tabla de estudio de objetos materiales que se relacionan de distintas formas con la cultura contemporánea en la que caben desde vertebras de Quetzalcóatl, fragmentos de la arquitectura de Luis Barragán y drogas sintéticas del futuro. •