Desde que en 1977 se publicara Sobre la fotografía, colección de ensayos en la que Susan Sontagcritica la fotografía haciéndose preguntas relacionadas con la moral y la estética de esta nueva forma de arte, se estableció, de acuerdo con Susie Lindfiel, “un tono de sospecha y desconfianza en la crítica de la fotografía” (2010, xv). En The Cruel Radiance: Photography and PoliticalViolence, Linfield desafía la insistencia de Susan Sontag y Allan Sekula, entre otros críticos posestructuralistas, a que la respuesta correcta hacia la fotografía documental sea verla con sospecha, desconfianza y por tanto desarmarla. Sontag nos enseñó a cuestionar la veracidad de la fotografía y su capacidad para generar emociones; al hacerlo, sugiere Linfield, usaba imágenes violentas de muerte como el ejemplo más contundente de cómo la fotografía había fracasado, ya que era demasiado específica al fijarse solo en la víctima (más que en los procesos políticos que la desencadenaron) o demasiado vaga, ya que no podía provocar empatía en el espectador. A diferencia de estos críticos que “desprecian las tradiciones, la práctica y los ideales de la fotografía documental”, para Lindfield es “necesario responder y aprender de la fotografía en lugar de simplemente desmontarla”. Lindfield sugiere que la fotografía documental de atrocidades es capaz de superar estas fallas dobles, en tanto tiene la capacidad de juntar a una comunidad de víctimas y transmitir un fuerte sentido de la singularidad del sufrimiento individual (2010, 39). De esta forma, Lindfield invita a “mirar y analizar, lo que James Ageellamó ‘el resplandor cruel de lo que es’”.
En México tenemos una larga tradición de nota roja, o la crónica de la violencia. Esta nota roja, al contrario de otros países, constantemente se reinventa a si misma y por tanto ha perdurado distintas censuras y continúa actualmente con más fuerza. De acuerdo con Will Straw, el análisis de la fotografía violenta en México comúnmente se centra en entender la nota roja como “un síntoma más del clima de violencia militarizada que se extendió por gran parte del país durante la última década”. La ola de violencia que se acrecienta en México es demostrable a partir de las fotografías que periódicos de nota roja actuales como el Gráfico, El Metro uOoorale, muestran. Éstas son tan fuertes y crueles que analizar la nota roja dentro del fotoperiodismo mexicano o en relación con los debates internacionales sobre fotografía documental violenta es traicionar la memoria y el reconocimiento público (que nunca ha sido oficial) de los y las incontables desaparecidos y desparecidas en México. Analizar la nota roja en México carga consigo una demanda afectiva de tomar en cuenta las condiciones particulares actuales de la violencia en el país.
En Los mil y un velorios, al analizar la nota roja en México, Carlos Monsiváis concuerda con el análisis de Sontag en Sobre la fotografía. Para ambos, aun en sus diferentes contextos culturales, las fotografías violentas provocaban una sensación casi de alivio al saberse vivo, al ver al otro asesinado, mutilado, ensangrentado, mientras nosotros y nosotras nos sabíamos exentos de la tragedia que la fotografía demostraba. Sontag argumentó en 1977 que las fotografías de guerra y violentas continuamente insertadas entre la experiencia y la realidad,provocaban una especie de numbness (entumecimiento). Esta forma de entumecerse, de acuerdo con Sontag, de desensibilizarse al ver fotografías de guerra, responde a la experiencia de la modernidad, “la cultura del espectador” en la que ver fotografías implica contemplar en tercera persona la catástrofe y la tragedia que los otros viven en otro lugar. De forma similar, para Monsiváis la nota roja es una de las grandes telenovelas de México, que sirve para exorcizar la violencia urbana al transformar las tragedias en espectáculo. La asociación entre nota roja y espectáculo se debe por un lado a la preponderancia de los crímenes con los que la nota roja ha estado obsesionada en reportar, enfocándose en cómo los cuerpos son abandonados después de un crimen y no en infracciones de cuello blanco, por ejemplo. Por otro lado, el carácter tan explícitamente emocional de sus fotografías remite a la espectacularidad. La nota roja, además, al estar inserta dentro de la cultura del espectador, implica un distanciamiento del otro, verlo desde fuera.
Después de revisar más de dos mil números de la revista Alarma!, el periódico ejemplar de la nota roja en México, que por más de 50 años definió las características de esta tradición, noté que, contrario a Sontag y a Monsiváis, no me sentía exenta de la tragedia que se representaba frente a mí. Tampoco me sentí entumecida, desensibilizada, ni aliviada. Crecer con la nota roja te da cierta familiarización y en muchos sentidos aprendes a sobrevivir, pero en mi opinión, este afecto de sobrevivencia no es el mismo que el entumecimiento. La nota roja es comúnmente llamada prensa sensacionalista, justamente por todas las sensaciones que provoca. Pero esta provocación no es inocente, al contrario, tiene una función que, desde mi punto de vista, es decir a los lectores cómo procesar emocionalmente la noticia. Las fotografías sirven no como simple complemento a las narraciones escritas, sino como la característica central de la nota. Y a partir de ellas sabemos qué tan grave es el crimen y contra quién es perpetuado. Es peor cuando vemos un cuerpo mutilado que un cuerpo entero. Sabemos también que es peor un cuerpo ensangrentado que entero. Hemos aprendido también que es más devastador el cuerpo de una mujer que el de un hombre. También sabemos que no es simplemente que una madre mató a su hijo, sino que fue la más horrorosísima de las madres que mató al más horrorosísimo de los niños. Los superlativos funcionan a la par de las fotografías de nota roja, nos dejan saber que no es cualquier crimen, es el más horrorosísimo de los crímenes. Así, la nota roja nos enseña el nivel afectivo por demostrar en cada noticia. Nos dice qué noticia es peor que otra y nos enseña a tener una respuesta visceral al crimen.
En 2004, 27 años después de escribir Sobre la fotografía, en Ante del dolor de los demás, Sontag, al hablar sobre violencia y su representación, revisa su argumento en relación con la desensibilización y el entumecimiento que las fotografías violentas provocan, y habla entonces de empatía. En ese momento ya no estaba hablando de las fotografías de las atrocidades en Vietnam, sino de lo que había pasado en su casa, en Nueva York, a partir de los eventos del 11 de septiembre de 2001. Sontag se pregunta entonces si los espectadores pueden movilizarse a través de la indignación que causan las imágenes de violencia, de experimentar el sufrimiento del otro y de lo que esto implica. Del entumecimiento nos trasladamos potencialmente a la empatía. Sin embargo, me pregunto si la empatía que sugiere Sontag sigue implicando y ejerciendo una distancia con el otro. La otra cara de la moneda del entumecimiento. Tal vez no es como el alivio de sentir que no soy yo, que estoy exento de la tragedia, y pretende acercarme al dolor del otro, ¿pero de qué le sirve al otro, muerto, tirado en la calle, que yo sienta dolor por él o por ella? ¿Yde qué me sirve a mí sentir dolor si no me lleva a la acción?
Me parece que enfrentar el resplandor cruel de lo que es implica explorar la utilidad de las imágenes violentas mexicanas en relación con los afectos dentro de su contexto (narco-guerra y tradición del fotoperiodismo), pero al mismo tiempo entablando un diálogo con los debates internacionales. Así, desde otro contexto cultural al de Sontag, nos podemos hacer preguntas similares: ¿pueden las fotografías de la nota roja acercarnos al dolor, a la experiencia de sufrimiento de los demás de una forma diferente en la que lo puede hacer otro medio artístico? Sobre todo, ¿qué afecto implicaría acercarme realmente al dolor del otro y no distanciarme de éste, como el entumecimiento o la empatía? ¿Puedo pensar en un duelo en comunidad? ¿Qué significaría reconocer el sufrimiento del otro sabiendo muy bien que entenderlo y abrazarlo es imposible?
Al entender la nota roja dentro del contexto de narco-guerra que atraviesa México, el afecto predominante se aleja del alivio, el entumecimiento o la empatía, y se acerca al miedo. La fotografía de la nota roja, como sugiere Lindfield de la fotografía documental de atrocidades, transmite al mismo tiempo la singularidad del sufrimiento individual y el de la comunidad entera. La diferencia entre la nota roja y el contexto cultural en México es que la crueldad esta siempre presente. Así, al hacerme, sin embargo, estas preguntas considerando el contexto particular mexicano, existe una temporalidad diferente que Sobre la fotografía o Ante el dolor de los demás. La nota roja no te permite ver y dejar de ver. Vivir en México es vivir la nota roja. Enfrentar el resplandor cruel de lo que es te puede dejar ciega. Pero también te enseña a ver en la oscuridad.